Alejandro Finisterre | El aficionado detrás de la Capucha Roja

Alejandro de Finisterre

«La necesidad es la madre de la invención» (Platón, s. V a.c.)

La palabras con las que se conoce por todo el mundo: babyfoot, futillo, pebolim, foosball, table soccer, matraquiño, metegol. La primera patente del futbolín esta datada en Alemania (¡cómo no!) entre los años 1880/90 con un modelo de jugadores con las piernas unidas y pequeñas dimensiones. Esto no quiere decir, que como ocurre con otros inventos, dos creadores llegaran a la misma idea y resolución sin tener que conocerse, sobre todo en unos tiempos en los que las comunicaciones y la interacción no tiene nada que ver con las que tenemos hoy.

Durante el asedio de Madrid, en noviembre de 1936, una bomba sepultaba bajo los escombros durante un tiempo y le causaba heridas graves a Alejandro Campos Ramírez (1919-2007), un estudiante de Bachillerato de Finisterre. Era trasladado primero a Valencia y después al Hotel Colonia Puig, habilitado como hospital, en la montaña de Monserrat. Allí compartiría convalecencia con otros niños y adolescentes mutilados por la Guerra Civil que no podían jugar al fútbol: “los niños mutilados veían con pena como jugaban los que estaban bien”. Fue entonces cuando cojo e inspirado por el tenis de mesa, se le ocurrió la idea del futbolín para ayudar en su rehabilitación.

Su diseño se lo encargó a un amigo refugiado, el carpintero vasco Francisco Javier Altuna, que lo desarrollaría siguiendo sus instrucciones. Era una época en la que su producción a nivel industrial no era posible, al estar las empresas de juguetes solo destinadas a la fabricación de armas. Necesitaban barras, cristal para el campo, jugadores de madera de boj y pelotas de corcho aglomerado. Altuna compró los materiales en La Puda de Monserrat y en Barcelona, y lo armaría en Olesa de Monserrat con un sistema de juego: 1-2-3-5 (Futbolín 5). Empezaron a jugar con él en las navidades de 1936, aunque su invento Alejandro no lo patentaría hasta enero de 1937 en Barcelona.

Hotel Colonia Puig

Durante los Sucesos de Mayo de 1937 se origina una guerra civil dentro del propio bando republicano, tanto en Barcelona como en diversas localidades de las provincias de Cataluña, enfrentando a grupos anarquistas y trotskistas. Uno de sus compañeros, que también estaba recuperándose de las heridas, tuvo que huir a Francia durante las hostilidades y allí comenzó a fabricar y dar a conocer esos mismos futbolines.

En 1947 se constituye en España el Club Futbolín Barcelona y se publica el libro Enseñanzas de Futbolín, un pequeño manual en el que se recogen las primeras reglas, consejos e instrucciones para el manejo del juego y para llegar a ser un buen futbolinista. En el año 1951 se celebraría en España el primer campeonato de futbolín en los Billares Colon de Valencia, entre el Club Futbolín Barcelona y el Club Futbolín Valencia.

Mientras tanto, Alejandro obligado a exiliarse en París en 1948, comprueba “in situ” la popularidad que había alcanzado ya su juego: “lo estaban fabricando por todos los sitios, carpinteros en cada esquina”. Así las cosas, le aconsejan no reclamar los derechos de su invento, porque además había perdido durante el viaje a Francia los documentos de su patente registrada en Barcelona.

En el año 1952 se ve obligado a emigrar a América y su destino es primero Quito y después el Cabo de Santa María en Guatemala: “llegue cuando gozaba de un periodo democrático”. Allí funda la fábrica de juguetes Campos Ramírez Hnos, con el futillo como producto estrella de su producción. Dos años más tarde, el coronel Carlos Castillo Armas, apoyado por los EE:UU., entra en el país desde la vecina Honduras y da un golpe de estado. Restablece las relaciones con Franco y obliga a todos los españoles a registrarse en su Embajada. Alejandro es secuestrado y obligado por agentes especiales españoles a embarcar rumbo a España. Sin embargo, durante el vuelo consigue alcanzar los baños y como buen inventor, con una pastilla de jabón y papel de aluminio, logra hacer una bomba ficticia con la que amenaza a la tripulación y desvía el rumbo del avión hacia Panamá. Más adelante recalará en México donde se dedicará a otra de sus facetas, las artes gráficas y la edición, fundando y presidiendo la Editorial Finisterre Impresora. No regresaría ya a España hasta la Transición.

Futbolín modelo «sanitarios Roca»

Dentro de esta disciplina existen dos tipos de mesas, la europea y la española. La primera es minoritaria y se juega con ella en en centro del País y en el País Vasco. Luego está la mesa española con campo curvado, donde existen además otras tres variantes: la mesa Val Bola de Fuego, que se usa en Zaragoza y en la Liga de Ejea de los Caballeros celebrada en la Cafetería Duo; el modelo catalán o futbolín de Córdoba, que se emplea en Cataluña y Baleares, y por ultimo el modelo Presas 2000 Competición, que se utiliza en Galicia y en los campeonatos a nivel nacional. La cosa se complica un poco más al introducir los sistemas de juego. El sistema F3 con jugadores con taco (en vez de piernas) se juega únicamente en mesa europea, y su última barra lleva colocados tres delanteros. Ya con jugadores “de dos piernas” está el sistema F4 con cuatro delanteros, que se juega en todas las mesas de competición y después está el sistema de cinco delanteros (F5), que se emplea para mesas tipo Val o Bola de Fuego. Otra de las diferencias importantes se encuentra en las bolas, que se pueden hacer de corcho, plástico o mármol y metal, variando entonces mucho la velocidad de los disparos.

Así de complejas las cosas, y eso que lo del árbitro o lo del césped lo tienen resuelto, los futbolinistas se dividen entre los que piden una unificación de criterios en el juego para luego poder competir mejor y con más posibilidades sobre todo a nivel internacional, y otros que reivindican toda esta variedad como una riqueza e incluso un patrimonio cultural propio.